LA CENIZA EN EL ALFÉIZAR

Me vienen a la cabeza en muchas ocasiones algunas conversaciones en las que solo hablabas tú. Algunas veces yo solo quería escuchar la canción que sonaba en la radio del coche o mirar por la ventanilla del copiloto, pero tú insistías en que teníamos que hablar más. Generalmente, hablábamos poco. Yo un poco menos. Al final sí tuvimos alguna que otra charla en la que yo me esforzaba por pronunciar palabras de más de dos sílabas. Me alegro de haberlas tenido, de lo que no me alegro tanto es de no haber tenido más. Particularmente, recuerdo una de ellas en la que yo estaba algo alterado. Te dije que, por favor, me dejaras equivocarme tranquilo, que lo iba a hacer de todos modos, que no iba a seguir todos tus consejos y que eso podría llevarme a aciertos o a cometer errores fatales. Te dije que mi vida se escapa a tu control, no porque yo lo hubiera decidido de ese modo, sino porque tenía que ser así. Después te pregunté si tú nunca te habías equivocado, pero no era de esas preg...